España en 2025: crecimiento reciente… pero emergen tensiones
Durante los últimos años, la economía española ha mostrado un ritmo de crecimiento notable. (OECD) En 2025, según estimaciones de OCDE, el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) podría situarse alrededor del 2,9 %. (OECD) Al mismo tiempo, la actividad se apoya en la demanda interna —es decir, el consumo de los hogares y la inversión—, y en un mercado laboral relativamente dinámico, lo que ha amortiguado otras debilidades. (Economy and Finance)
Sin embargo, expertos y analistas advierten de que ese impulso reciente podría estar generando —o dejando al descubierto— algunas tensiones estructurales que conviene vigilar con atención. (El Economista)
Señales de alerta: ¿qué preocupa?
• Dependencia creciente del consumo interno
La recuperación económica reciente ha descansado en buena parte sobre el consumo interno de las familias, más que sobre un fuerte empuje de las exportaciones o del turismo. (LinkedIn) Esto implica que la balanza exterior —una vez uno de los puntos fuertes de España— empieza a debilitarse. (LinkedIn)
• Inflación y pérdida de competitividad relativa
Según los datos recientes, la inflación en España se mantiene por encima de la media de la eurozona, lo que resta competitividad de cara al exterior. (LinkedIn) En ese contexto, los precios relativos y los costes pueden erosionar la ventaja que algunas exportaciones o servicios habían logrado en los últimos años.
• Productividad débil frente a creación de empleo
Aunque se mantiene un crecimiento en la creación de empleo —un factor que ha ayudado a sostener el consumo—, la mejora de la productividad por hora trabajada no parece acompañar al mismo ritmo. (El País) Esto supone que el crecimiento del PIB por habitante o los incrementos de renta real pueden estar limitados, incluso con empleos en aumento.
• Vulnerabilidades estructurales: mercado inmobiliario, endeudamiento, exteriores
Diversos análisis apuntan a otros factores de fragilidad: desde desequilibrios en el mercado de la vivienda hasta un aumento del endeudamiento privado (hogares y empresas) y un deterioro de la balanza comercial. (Spanish Property Insight) Si estos factores coinciden con desaceleración global o presión externa, podrían influir negativamente sobre el conjunto de la economía.
¿Qué podría implicar este escenario a medio plazo?
- Que el crecimiento actual, aunque real, sea más volátil de lo que aparenta: si el consumo interno se frena (ya sea por menor poder adquisitivo, aumento de precios, endeudamiento o incertidumbre), podría notarse el desgaste.
- Que la creación de empleo deje de traducirse en bienestar creciente si no va acompañada de mejoras de productividad, mayores salarios reales o incrementos sostenidos de ingresos.
- Que sectores dependientes del exterior (exportaciones, turismo, servicios globales) se vean afectados si la competitividad sigue perdiendo fuerza. Esto puede reducir la resiliencia frente a crisis globales o recesiones internacionales.
- Que crezca la presión para introducir reformas estructurales: en productividad, mercado laboral, vivienda, inversión — de forma que el modelo económico gane estabilidad y sea más sostenible en el medio/largo plazo.
Lo que sigue siendo una base: ventajas y posibilidades
Pese a los riesgos, España cuenta con elementos favorables: una economía diversificada, un mercado laboral relativamente dinámico, inversión pública y privada, y un consumo interno que —cuando se mantiene activo y estable— sigue siendo un motor importante. (OECD)
Además, organismos internacionales recomiendan intensificar reformas estructurales y consolidación fiscal con el fin de aprovechar el momento actual como base de estabilidad futura. (OECD)
Conclusión: equilibrio entre optimismo prudente y vigilancia
El presente de la economía española ofrece una doble cara: por un lado, hay motivos reales para ver crecimiento, empleo e impulso; por otro, comienzan a aflorar signos de fragilidad estructural.
Para mantener un camino sostenible sería recomendable no confiar únicamente en el dinamismo del consumo, sino también:
- mejorar la productividad y la competitividad exterior,
- equilibrar la balanza externa,
- moderar la dependencia del endeudamiento,
- y asegurar que el crecimiento genere bienestar real, no solo estadísticas favorables.
En definitiva: aprovechar las fortalezas actuales, sin perder de vista los indicios de tensión.
